Danzaba, buscando un lugar,
la forma que quería adoptar
y las criaturas con las que
confabularía su historia,sin
guión, ni principio, ni final.
Danzando en otro lugar, me
hallaba yo, buscando un
destino, una forma y un
lugar.
De repente, ví una anciana
regordeta, de tez clara y
cabellos oscuros, de espirítu
noble y maneras amorosas.
Era la imagen de la abuela,
de los sueños, de una historía
por escribir y de una vida por
vivir.
Nos encontramos, después de
mucho tiempo, sin ningún
recuerdo de danzas estelares
ni de confabulaciones.
La imagen de la abuela cobra
vida en mi realidad, en mi
corazón y en mi alma.
Escribimos juntas los capitulos
de nuestra historia, sabiendo
que estamos unidas por algo más
que un encuentro en un determinado
lugar.