Una comida sazonada de amistad
con aderezo de felicidad y compañia.
Unos amigos saboreando té moruno
en una sobremesa de encuentros,
charla y complicidad.
Un paseo tranquilo por calles de
musicos ilustres y un trozo de
pan islandés, buscando un hogar
en un templado barrio mediterráneo.
Tertulias, confidencias y un tarot con
la presencia invisible de Jung y la
sabiduria ancestral de lo simbólico.
La noche se tiñe de cultura exquisita.
Vino francés y un manjar exótico japonés.
Afuera, el silencio, la luna creciente y la
brisa del mar.
Las melodias de mil culturas dan paso
a la madrugada, donde el tiempo se
detiene y todos los lugares convergen.
Morfeo aparece y, con él, una suave
sensación de languidez, casi melancolía.
Quizás un hasta luego,
quizás un hasta siempre,
la certeza de una próxima vez.