Evoco recuerdos que me llevan a
exóticas y solitarias playas,
donde jugabamos de niños, bajo
la atenta mirada de unos padres
que nos enseñaban a vivir.
Crecimos, olvidando la niñez,los
encuentros y los juegos, quedando
tan sólo el recuerdo imborrable de
la estirpe familiar,el verano y
el mar.
En mi memoria permanece todavía su
presencia que, tras la apariencia
de un gigante bereber, protegido
por una armadura invisible de
sabiduria, esconde el alma noble,
de un hombre de espíritu valiente,
aventurero y libre.
El mar separa su mundo del mio,
pero en la oscuridad de la noche
abrimos las puertas de ambos mundos
y el mar desaparece, para ser sólo
dos seres para los que no existe más
distancia que una voz cercana,
recuperando del pasado a esos niños
que jugaban en la playa.