El aíre huele a verano,
a mar y calidez.
La brisa huele a cariño,
a ternura y amor.
El viento huele a cambio,
a hogar y bienestar.
El aíre, la brisa y el viento
acarician, refrescan y arrastran,
sin dejarse ver.
El verano, el cariño y el cambio
aparecen de repente y envuelven,
sin dejarse ver.
Detrás de estas palabras está la
esencia de quién las escribe,
sin dejarse ver.