Llegaste a mi vida caminando despacio, abatido y cansado
buscando sanar heridas profundas en la oscuridad de tu mente,
en un cuerpo exhausto de dolor.
Cauto, sigiloso y callado te dejabas curar, unos días el cuerpo,
otros días el alma en una rendición más física que mental.
Despacio, como tu caminar inseguro y frágil rompiste mi coraza en
mil pedazos, derribando mi muralla emocional, casi sin darme cuenta,
para no ver, no sentir, no amar en un inmenso vacío tan oscuro
y profundo como el tuyo.
Ahora tu silencio retumba dentro de mí en una desnudez que se
expresa llena de miedo e incertidumbre pero dispuesta, por fin,
a vivir, a sentir mientras aprendo a amar.