Unas manos afanosas buscan un papel
donde plasmar un fragmento de vida,
pero el mundo interior, siempre expectante,
se cuela en el papel con la grandeza del
firmamento, la impenetrabilidad de un
agujero negro y el desconocimiento de
los propios pensamientos.
Delante del papel, la tinta dibuja caracteres
al dictado de la inspiración, surcando la
superficie, obediente al pulso de una
mano rápida de la que surgen las palabras,
sin pensamientos, sin imágenes, simplemente
atento al instinto del ser que se expresa de
la nada.