Me sumerjo en la inmensidad de un mar profundo. Cada criatura me recibe en silencio con una quietud de bienvenida y respeto. Me muevo suavemente, casi con miedo de perturbar el equilibrio de mi propia morada olvidada en el tiempo. Una sensación me invade, el recuerdo de regresar al fondo, después de una dura jornada con el sol que desaparece en el ocaso por detrás de una montaña. Tibieza, atardecer, agua oscura. Un suave movimiento, casi tan perfecto como la luz que mengua al día y emerge la noche al mismo tiempo. Soy humana, reptil ave y pez, ahora puedo sentirlo. Mi alma reconoce la Orca surcando el oceano, saltando entre las olas y bailando en el aire como un juego. Me sumerjo en la inmensidad de un mar profundo, de un abismo incierto, emerjo del agua y conservo el recuerdo grabado en mi cuerpo, me pierdo en el tiempo y solo me queda un instante donde todo se funde y expande cual Big Bang en mi cerebro. Me arrastro por el lodo, nado, camino, vuelo. ¡Que más dá! Todo es lo mismo. Soy humana, reptil, ave y pez. Ahora puedo sentirlo.
Quisiera decirte que mi silencio te habla bajito
en la noche, susurrandote al oido todo aquello que siento y
no me atrevo a decir.
Quisiera decirte el inmenso vacío que me provoca
tu ausencia como un abismo tenebroso y oscuro en
el que me dejo llevar a través de la oscuridad sin ver
la luz ni el final.
Quisiera decirte cuán difícil es el camino sin tu
compañía con tu gesto sombrío y contenido que
como una tenue luz da sentido a mi caminar y
que mi vida es mejor si tú estás en ella.