La imagen de una Orca me acelera el pulso,
su lamento me lleva al éxtasis y el sonido de
su canto despierta mil sensaciones ahogadas
en el Oceano seco de las profundidades de mi
ser.
Las lágrimas hinundan mis ojos, resecos de
tanto mirar y no ver, resbalando por las
mejillas, sin dolor, sin resistencia y sin pesar,
absorta en la sinfonía de su canto y en la
intesidad de su lamento.
Ya no eres esa preciosa criatura que surca
el mar y me obsequia con su movimiento
ondulado entre las olas, eres una entrañable
amiga que muestra su destino y reclama
compasión.
La marea del tiempo me arrastra a tu
encuentro para entender el mensaje de
tu lamento, mostrando tu inocencia y
traspasando la barrera del miedo que
nos separa, en busca de la compañía del
humano con el que otrora surcabas el
mar explorando el mundo, con el disfrute
de dos seres que navegan juntos en la
gran aventura de la vida, sin importar
la forma, ni el lugar.
El sonido de tu canto y la vibración de
tu lamento resuenan dentro de mí,
llevando la emoción del recuerdo de
otro tiempo al instante del ahora.