Navego en el mar de la duda, sin mas compañía
que el sol y la luna.
En la vasta inmensidad del oceano me dejo llevar
por la corriente al calor del sol que ilumina la
confusión durante el día, dejando que la luna
acaricie la intuición en la oscuridad de la noche.
El mar está en calma, escondiendo el horizonte
tras una fina niebla, donde la línea horizontal
desaparece entre la bruma.
El cielo y el mar se funden, como si de dos
amantes se tratase y la visión se pierde en las
formas más allá de la tenue línea que antes los
separaba.
La niebla que confunde los sentidos se disipa
lentamente y el mar juega con nuevos colores
hasta que reaparece el horizonte, casi burlón,
con su flamante apariencia, ignorando los
sentidos y mostrandose realmente como es,
NADA.