Con dos finas agujas de hueso
y un ovillo de lana voy tejiendo,
cada día, una mantita multicolor.
No sé nada de tí, no conozco tu
cara, ni tan siquiera tu sexo, pero
sé de tí, a través de los latidos de
tu corazón, en la ingravidez del seno
de tu madre.
Conozco tu ralea, tu casta y tu esencia
y siento tu cercana presencia en cada
punto, en cada centimetro de la labor,
aumentando de tamaño, día a día, igual
que tú.
Y, así a medida que sigo tejiendo siento
la próximidad de tu ser abriendose paso
en mi corazón, a la espera de ver tu carita
envuelta en la mantita multicolor.