Una diminuta rosa blanca se hace visible
entre una multitud de hojas verdes, llamando
mi atención en un día de otoño.
La naturaleza se expresa a través de la luz
que traspasa las nubes, en un destello que
recuerda el alma de un hombre. Tan sencillo
como una rosa que impregna con su aroma
el aire de alrededor, tan frágil como el tallo
que la sostiene pero tan firme que se mantiene
erguida, sin más sostén que su propia fuerza.
Vives en mi recuerdo pero moras en mi corazón,
sin un cuerpo magullado por las heridas de la vida.
Durmiendo placidamente el sueño de la liberación,
regresando a un lugar donde la luz traspasa los
límites de la materia y haciendo que esa diminuta
rosa transforme mis sentidos y perciba tu presencia
a través de su aroma, su color y su fuerza.
Sabiendo que estás ahí. A la vez tan sutíl y a la
vez tan real.