Fragmentos de historias de inquisidores, masones,
templarios y judios se encuentran enterradas entre
las ruinas de una Vieja Ciudad. Acechan en cada
esquina, mirando de reojo lo que pueden robar,
confiscar y aturdir, en el recuerdo que dejan
grabado en cada piedra, en cada losa, en cada
reja, al abrigo entre la montaña y el mar.
Estan prestos a despertar en cualquier momento,
inspirando entre los escombros, manteniendo el
hálito necesario para no sucumbir en el intento
de sobrevivir al tiempo, a la historia y a su
propio cuerpo.
Se niegan a transformar el odio, el estigma, la avaricia
y el poder en la luz que alumbre de nuevo la Vieja
Ciudad, sacudiendo las conciencias, las calles y
el mar, llevándolas al pozo de los lamentos, como
parte de un Plan, dónde tan necesaria es la luz
como la oscuridad y dónde lo único que importa,
realmente, es el Plan.