Encontré a Dios entre las páginas de un libro,
cuando buscaba una mano amiga a la que asirme
para salir del lodazal, implorando perdón y
culpándome de la miseria humana.
Encontré no sólo una mano amiga, sino la
sabiduria que emerge desde algún lugar a
través de las palabras, atravesando todas
las barreras para culminar en un momento
de dicha y de paz.
A través de la lectura surge el Gran Espíritu
detrás de cada letra, como una vibración.
Nada es tan cegador para el lector como la
percepción a través de los ojos de la forma,
cuando en cada letra no hay entendimiento,
sólo una sensación.
La percepción es sólo una ilusión que no
se vé porque no existe, pero ahí está Dios,
sin forma, sin presencia, haciendose visible
letra a letra, palabra a palabra, página a
página, mostrando su esencia y alargando su
mano para sacarme del lodazal.