Vivo una permanente locura
de dualidad.
A veces como ángel, otras
como demonio; paso del cielo
al infierno en el transcurrir
de una sola noche.
Despierto sumida en un profundo
dolor que oprime con fuerza el
pecho y siento un puñal invisible
en la espalda, hurgando en las
heridas del pasado con deleite
y placer.
Derrotada por el dolor, paso los
días intentando salir del trance
de la angustia, sin salir del centro
de mi ser.
Giro y giro como un faro que sin salir
del centro, ilumina con su luz y al
mismo tiempo oscurece todo aquello a
lo antes dió luz.
En mi locura describo la oscuridad de
mis pensamientos, la transparencia de
mis sentimientos y el frenesí de las
emociones que inundan mis dias y anegan
mis noches.
Quiero salir de la locura, del dolor,
de esa patraña de pensamientos que me
persiguen y acosan, haciéndoles frente,
cara a cara, dejando el miedo a un
lado, sin permitirle participar en
la contienda, pidiendole a gritos
en silencio, salir del delirio de
las sombras para encontrar la calma,
el sosiego y la paz.