Me deslizo por un abismo sin fin,
cayendo al vacio.
Me dejo arrastrar por la corriente
de su fuerza, sin resistencia, sin
saber hacía donde me lleva.
El abismo carece de luz pero no
es un lugar sombrio ni oscuro.
Me adentro en su profundidad con
absoluta naturalidad y siento mi
cuerpo caer, deslizarse por las
paredes de la nada y al mismo
tiempo permanezco en el mismo
lugar, fuera del abismo respirando
mi propia luz, como único aliento
en este viaje sin fin.
Entro y salgo del abismo, como de
repente surge la noche y con ella
la oscuridad y en su latente quietud
aparece la luz del amanecer, sin mover
un ápice de mi cuerpo.