La canción impregna la habitación con
su vibración y envuelve el espectro
de los objetos que forman su paisaje.
Aparecen imagenes, escondidas tras
las notas musicales, creando una
historia paralela, donde los simbolos
oníricos cobran vida y, sin palabras,
se traducen en dicha y felicidad,
saltando la barrera de la realidad.
La vibración de la canción transforma
la habitación en un paisaje nuevo,
lleno de armonia y éxtasis existencial,
fundiendose con la melodia.