Parece un hermoso pájaro encerrado
en una jaula de cristal.
De él emana un profundo sentimiento
de tristeza chejoviano, oculto tras una
mirada limpia y penetrante.
Cuando su rostro sonrie, casí como una
mueca, puedo ver un cosaco cabalgando
sin rumbo, a través de la estepa anegada
por la nieve, en busca de la aventura, el
romanticismo y la libertad.
Atrapado en su jaula de cristal, consciente
de su limitación y su destino, guarda dentro
de sí, la tundra helada, la balalaika arrinconada
y la locura de su historia de amor.
Su imagen pertenece al presente, su espiritu
se quedó en otro tiempo y el pájaro enjaulado
desea salir de la urna de cristal pero no sabe
que es libre, que está prisionero de sí mismo,
de la dualidad entre dos mundos y de la
dispersión de su propio conocimiento.